Hombres y mujeres, jóvenes y mayores, indígenas y campesinos se han reunido en malocas, caminos y centros comunitarios para hablar de turismo. Pero no de un turismo cualquiera. No del que irrumpe, extrae y se va. Hablan de un turismo que escucha, que pregunta, que aprende. Hablan de compartir su mundo sin traicionarlo. Todo esto ha sido posible gracias a un diplomado en turismo comunitario impulsado por la Universidad Católica de Manizales y Conservación Internacional Colombia, que ha encontrado en La Pedrera y la vereda de Madroño un territorio de saberes.
Son cerca de 25 participantes los que han transitado los dos primeros ciclos del diplomado entre abril–mayo y julio–agosto. Representan al casco urbano de La Pedrera, la vereda de Madroño y la Asociación de Autoridades Indígenas de La Pedrera Amazonas (AIPEA). Juntos han caminado senderos, han compartido historias junto al ceibo milenario, y han conversado —una y otra vez— sobre qué significa abrir las puertas del territorio sin perder su esencia.
La formación técnica ha sido intensa: guianza, logística, atención al visitante, y prevención. Pero detrás de cada módulo hay algo más profundo: una reflexión constante sobre lo que se quiere mostrar y, sobre todo, lo que se quiere cuidar. Así nacieron dos rutas turísticas —una en La Pedrera y otra en Madroño— que no solo invitan a conocer la selva, sino a habitarla desde el respeto.
El diplomado ha sido también una excusa para organizarse. Se crearon dos comités de turismo, con principios, estructuras y alianzas pensadas a largo plazo. Un enlace conjunto que articula esfuerzos y, como si fuera poco, se sentaron las bases de una normativa para los futuros visitantes. La pregunta que guio esa conversación fue tan sencilla como poderosa: ¿Qué tipo de turista queremos? Y la respuesta surgió con naturalidad: uno que no comprometa la integridad ambiental, social, ni cultural del territorio.
|
Porque para las comunidades de La Pedrera, el turismo no es solo una oportunidad económica. Es una posibilidad de reafirmarse como un territorio vivo, lleno de historias que no caben en un folleto. Un territorio que habla a través del canto de los pájaros, del olor del copal, de las voces de los mayores que narran mitos mientras cae la tarde.
El proceso aún no termina. En octubre y noviembre llegará el tercer y último ciclo del diplomado. Será el momento de hablar de promoción y de recibir a los primeros visitantes. Pero más que eso, será la prueba de fuego: ¿es posible ofrecer una experiencia turística sin desdibujar la identidad? La comunidad cree que sí. Y está lista para demostrarlo.
|